La ambulancia, con las luces y sirenas encendidas, se habría
paso por la ciudad. En ella viajaban Carmelo y Sonia, su esposa. Ya había oscurecido. El hueso asomaba por la herida que Carmelo tenía en la
pierna ¡Fractura expuesta! Estaban veraneando. Sus dos hijos habían quedado en el
campamento, a cargo de una
familia conocida que iba en la misma excursión.
- ¡Viste! ¡Te dije que no te hicieras el futbolista! - le
reprochaba Sonia - ¡A tu edad!
- ¿Aparte de lo que me duele la pierna te tengo que aguantar?
¡Por favor mujer!
La ambulancia llegó a un hospital. En una camilla lo
transportaron a la sala de emergencias. Tras la operación lo llevaron a una habitación,
allí Sonia se despidió:
- Me tengo que ir. Los pobrecitos deben estar preocupados
por vos ¿¡No pensaste en tus hijos!? - le reprochó.
- Si supiera que me iban a quebrar no jugaba ,¿crees que me
gusta estar así? - Sonia dio un portazo al salir.
Al quedar solo recién comprendió su situación: Estaba muy
lejos de su hogar, en una ciudad que no conocía, y en un hospital viejo y lúgubre.
Durante la madrugada, dos enfermeros entraron a la
habitación. Uno de ellos empapó un paño en cloroformo.
- ¿Qué van a hacer? - les preguntó - Yo entré por una
fractura. ¿Para qué es eso…?
El enfermero le puso el paño en la cara y lo presionó contra
la almohada; se durmió. Después entró en un mundo de oscuridad y sonidos lejanos,
casi imperceptibles.
Cuando comenzó a oír mejor, pudo abrir los ojos, y entre
penumbras e imágenes borrosas, vio a unas criaturas vestidas con túnicas blancas,
que como animales devoraban una pierna humana; su pierna. Se desmayó de terror
tras lanzar un alarido, las criaturas se volvieron hacia él. Cuando despertó nuevamente estaba de día, a su alrededor
estaba su esposa y sus hijos, todos llorando.
- Me dijeron que se complicó durante la noche - dijo Sonia
entre sollozos. Carmelo intentó tocar su pierna; se la habían amputado hasta
la cadera.
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